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Galán tardío A los 40 años, y después de un par de villanos memorables, llegó al rol protagónico seduciendo a Soledad Silveyra en “Secretos de amor” (Telefe). Aquí cuenta cómo llegó a este momento, y habla de la relación con sus fans.

Por DIEGO JEMIO. ESPECIAL PARA CLARÍN

En la esquina de Roma y Julián Navarro, en San Isidro, se está filmando un capítulo de Secretos de amor, la nueva novela de Telefe. Adrián Navarro juega una de las escenas con Mercedes Scápola, su hermana en la ficción; en la esquina, arriba de un auto importado, se ve la cabeza de Arturo Puig. Repiten la secuencia una y otra vez porque un productor no está conforme con el resultado final.
Puig parece serio al volante; lleva saco oscuro y corbata y tiene el gesto adusto. Luego del “corten”, se baja del auto y del personaje y aparece con un jogging impresentable. Un grupo de vecinos festeja la indumentaria y el hombre saluda amable. Puig y Navarro se acercan a la gente, reparten besos y algún memorioso larga un ¡Grande, pá!
Hay un corte para almorzar y las grabaciones siguen a la tarde. A los 40, Navarro da un giro en su carrera con Secretos de amor. Dejó de lado el rol de villano que hizo en Vidas robadas (Telefe, en 2008), se ganó un protagónico y como galán de Soledad Silveyra.

En 2004, el actor que nació en Laferrere -en pleno conurbano bonaerense- ganó el Premio Clarín Espectáculos como Revelación en Cine por Ay, Juancito. Allí interpretó a Juan Duarte, el seductor hermano de Eva Perón, quien accedió al poder tan rápido como cayó, tras la muerte de la “abanderada de los humildes”. Luego de la ceremonia en la que se entregaron aquellos galardones, dijo en una nota a este diario: “La idea ahora es no parar de trabajar. No tener espacios libres”.

A partir de entonces, el deseo se hizo realidad. Llegaron los trabajos en televisión (Culpable de este amor, Doble vida y Montecristo, entre otros), cine y teatro. Ahora, intenta seducir a Solita todas las tardes en la tele, se da el lujo de elegir los trabajos y, dice, no se olvida de aquel pibe que fue, el que trabajó de taxista, mozo y vendedor de ositos de peluche en un semáforo en San Miguel.

Claro que Navarro no sólo armó una carrera, sino también una familia, que componen su mujer, Florencia, que es diseñadora, y sus pequeños hijos Facundo, de 9 años, y Violeta, de 5. Ellos piden bajo perfil, y él respeta, y no abunda en el tema.
Durante todo un año hiciste de un malo malísimo en la novela “Vidas robadas” y ahora sos el galán de Soledad Silveyra. ¿Sentís que este papel cambia tu perfil como actor?
Es cierto que Dante Mansilla era un malo malísimo como decís vos, pero el personaje también tenía matices y por momentos era un tipo vulnerable. Antes de este papel en Secretos de amor me propusieron hacer otro malo, pero quería salir un poco de eso; de alguna manera, tenía la necesidad física de interpretar algo opuesto. Por suerte, salió esta propuesta de Telefe. Mi personaje, Manuel. es un atorrante, un tipo que conoce la calle y tiene una inteligencia callejera. Y lo que decís de “ser galán” es un agregado tuyo.

Bueno, lo sos. Diana, el personaje que hace Silveyra, está aburrida de su matrimonio y llegás vos para enamorarla…

Es que no sé muy bien qué es ser galán. Este señor es muy galante (lo dice impostando la voz, con tono grave y formal, como un autogaste). Será que viene de ahí. Le dirán así a los actores que generan algo en las mujeres. No sé muy bien ...

Lo que sí es cierto es que te garantiza continuidad en el trabajo.

Sí, claro. Además, no me voy a hacer el humilde. Veo lo que pasa en las mujeres y soy un buen receptor de eso. Noto que se genera algo, que no sólo tiene que ver conmigo. Es parte de la ficción; la gente cree conocerte e incluso te ven más atractivo de lo que sos. Pasás a ser muy bello y vos te preguntás: ‘¿Qué pasa? Si soy el mismo, pero esto antes no ocurría’.

¿Es cierto que, en algún momento de tu carrera, decidiste no aceptar más bolos (pequeños papeles, sin continuidad)?

Hice bolos durante muchos años y sentía que no podía demostrar que estaba capacitado para hacerme cargo de un personaje. En un momento, cuando las cosas no se dan y vos querés algo más, tenés que poner un freno. Una vez, me propusieron hacer un bolo y dije que no. Ahí me puse un límite de tiempo. Tenía 32 años y dije: ‘Si hasta los 35, no puedo vivir de ésto, dejo la actuación y me dedico a otra cosa’. A los pocos meses, me fui a España a hacer La pecera, una de las mejores obras que interpreté, y luego llegó el llamado de Héctor Olivera para el protagónico de Ay, Juancito. A partir de ahí, mi vida profesional cambió. Fue una decisión inteligente y me sentí muy bien conmigo mismo al haberla tomado.

Aunque venís haciendo televisión, este protagónico significa un grado mayor de popularidad. ¿Cómo te llevás con la exposición, teniendo en cuenta que comenzaste a ser conocido después de los 30?

Esto es parte de lo que uno hace. Si querés salir y que nadie te reconozca, no tenés que aparecer en la tele. Cuando estoy solo, me llevo bien con el tema. En familia, o con amigos, me inhibe porque seguís siendo el centro de la atracción. Y mi idea cuando salgo con ellos es ser uno más. Pero yo no reniego de las cosas ni soy protestón. Entiendo que es un acto de cariño y de afecto de la gente, que te alimenta el ego y que te hace sentir cómodo. Trato de no exponerme mucho y de ir a los lugares a los que siempre iba.

En aquella entrevista con “Clarín”, luego del premio, dijiste que querías tener mucho trabajo y poco tiempo libre. Ahora, se cumplió ese deseo de agenda ocupada. ¿No te cansaste de esa vida?

Eso que quería en ese momento, ahora me está pasando. No tengo tiempo libre. Trabajo mucho. Me gusta porque para mí eso es la libertad. El trabajo es un juego y me divierto mucho haciéndolo. A los tiempos, luego, uno se los hace para estar con la familia y con los amigos. Si algún día me siento cansado, pararé un poco. Por ahora, no.

No sólo de televisión vive Navarro. Está por estrenar dos películas (ver Hombre de cine) y los viernes, apenas termina de grabar la novela, se va de gira por el interior con Por su padre, la obra que está haciendo con Federico Luppi. Cuando habla de teatro, se entusiasma, dice que tiene proyectos en mente y nombra las obras que fue a ver. “Esta noche, iré a la función de Amor, dolor ... ¿y qué me pongo?, en la que actúa mi amigota y compañera de trabajo Mercedes Scápola. Una obra que me encanta es El fulgor argentino; fui dos veces y me resultó muy emocionante ver a cien actores en escena. Se genera una energía especial arriba del escenario. Me gusta salir a comer e ir al teatro. Casi no veo tele”.

A aquel pibe de Laferrere, de padre colectivero y madre ama de casa, ahora lo paran por la calle, le piden autógrafos y le ofrecen trabajos acá y en España. “Me levanto temprano, me acuesto tarde y duermo bastante poco. Pero estoy haciendo lo que me gusta. No sabés el valor que tiene eso”, dice el galán, mientras apura el último bocado para seguir grabando.

Fuente: Clarin.com
*Gracias Milagros por las fotos!